De «cartas»[i] y otras ideas

 

Vivo una ciudad, una ciudad a la altura del humano.  Sin grandes pretensiones, con el viento que golpea en invierno y con el calor que ahoga en verano. Con luces en las tardes de verano que enrojecen su cielo azul y con sus amaneceres frescos y llenos de vida. Voy viajando en el metro hacia el barrio Cote de Neiges  (CDN) al oeste de Montreal. Me toma una hora para llegar a la Biblioteca Intercultural (BIC).  Voy leyendo. Un artículo de opinión que me llegó por correo sobre los millenials, esa generación nacida entre los años 1980 y 2000 Una suerte de alegoría sobre esa guerra generacional. Confieso que no conozco al autor.  Pero no deja de causarme un cierto escozor.

«Hasta este momento, salvo en sus preferencias tecnológicas, no se identifican con ninguna aspiración política o social. Su falta de vinculación con el pasado y su indiferencia, en cierto sentido, hacia el mundo real son los rasgos que mejor los definen. En ese sentido, es probable que el eslabón perdido de esta crisis mundial generalizada resida en el hecho de que son una generación que tiene todos los derechos, pero ninguna obligación»

Es que en general, ya ciertos comentaristas se han dedicado acá a tirarle palos a esta generación. Como le tiraron palos a la nuestra. Bourdieu en La jeunesse n’est q’un mot pone en manifiesto justamente la dificultad de discernir les enjeux que se esconden bajo estas luchas o divisiones. Justamente esta mañana en el Huff Post de Québec un joven escribe:

«mi generación está enojada y este enojo es legitimo si se centra en las consecuencias del callejón sin salida que es la alternancia entre un neoliberalismo asumido y dañino y un neoliberalismo que avanza enmascarado. El medio ambiente se degrada en la total indiferencia de las elites políticas y económicas, las desigualdades crecen, la alienación en el trabajo se intensifica, la calidad de las instituciones de educación está en caída libre y pasa lo mismo en la salud»

Porque el mundo que vivimos, parece irreal. Los medios saludan la elección de Macron, como una nueva vía (ya vimos lo que pasó con la tercera vía de Blair) pero no comentan el 56 por ciento de abstención! La democracia ya llego a sus límites y la violencia de las clases dominantes, contra los jóvenes, contra las mujeres, contra los autóctonos, etc. está llegando a límites intolerables. Todo se centraliza en el personaje Trump. Detrás de él esta esa clase de multimillonarios, misóginos y criminales que quieren destruir lo poco o nada que queda de tejido social y del bien común. Son libertarianos, fundamentalistas del mercado y las políticas que siguen implementando están basadas en la Fe, ciegas e indiferentes a sus propias contradicciones. Hijos de Ayn Randt. «Cagar a los otros me lo enseñaron en la primera clase de Comercio», dijo un personaje en la quinta sesión, capitulo siete de Orange is the new Black.

Saliendo del metro aprovecho el día asoleado y el calor soportable para caminar diez cuadras bajando las faldas urbanizadas del Mt-Royal.  Aprovecho que en esta época Montreal huele a Lilas floridas y que se llena del canto de pájaros peregrinos. Entro de lleno en el barrio CDN, barrio de inmigrantes. Me cruzo con Indios, Srilanqueses, Maghrebinos, Chinos, Vietnamitas, Judíos ortodoxos, Africanos, Haitianos y Latinos. Un barrio que no habité pero que si recorrí en mis primeros años en esta ciudad. La Universidad de Montreal esta ad-portas. La maternidad donde nacieron Malia y Mika está a una cuadra de la BIC.

El letrero amarillo de la panadería judía Cantor,  ya no está. Hay otros negocios que han llegado. Restaurantes iranís en el centro de compra.  Los libaneses y sus Shish Thaouk y los Fish & Chips… hum deliciosos!

La BIC tiene tres pisos. Está en la parte baja de la cuesta de la CDN.  Desde abajo se percibe el cementerio y el cerro cubierto en este mes ya cubierto de todas las tonalidades de verde. Nosotros estamos en la parte baja. Recibimos a la gente que viene a devolver libros, les ayudamos con los puestos de autoservicio y respondemos a las preguntas y orientamos al usuario. Una pareja de jóvenes de origen Indio acompañados de una hermosa niña con grandes ojos negros, me pidieron que los inscribiera. Les invité a sentarse mientras les pedía las pruebas de residencia. Abrí el programa Ludik, de inscripciones, empecé a llenar el formulario electrónico. Mientras tanto conversaba con ellos en inglés, escuchando  el acento tan característico de la región. Siempre que escucho un Indio hablar en inglés escucho un poco a Peter Sellers en La Fiesta inolvidable. Una vez terminado el proceso les mostré el puesto de libre servicio, les enseñé como utilizarlo y les pregunté de que parte de la India venían. Kerala me respondió, con una sonrisa que me hablaba de cierta felicidad. Mientras ella llevaba la niña en brazos, los acompañé hasta el ascensor. Les pregunté,  cuánto tiempo llevaban aquí y él me respondió desde hace dos días. Ay les dije, espero que se acostumbren al invierno, el me sonrió y me dijo que vivieron dos años en Inglaterra.  Mientras subían al ascensor, les dije bienvenidos y espero que les guste las biblioteca. Me agradecieron y la puerta se cerró.

Montreal, es así. Huele en esta época a pasto recién cortado y se pinta de verde, decía. La gente sale. Ocupa las terrazas, la cerveza se bebe en grandes vasos, come en las terrazas y espera pacientemente los buses mientras las bicicletas van sorteando los autos por las calles. Los niños esperan que las vacaciones lleguen en dos semanas. Montreal, salió de su letargo invernal. Montreal vive.

Mientras veo esos niños que salen del ascensor con diez, veinte libros, miro sus ojos y los veo despiertos, iluminados. Espero que el neoliberalismo no maten sus ideas ni la creatividad que está incubando en sus mentes.

Subo al tercer piso para tomar mi pausa de quince minutos. En el espacio que se ubica a la entrada hay cojines de colores y una pequeña carpa de camping. Paso mirando hacia la carpa y veo al papa indio dentro de la carpa acostado junto a su hija leyéndole un libro de imágenes. Sonrío. Entro a otro sector y en unos niños de dos o tres años están jugando sobre una alfombra con unos juguetes de madera mientras un papa los vigila,  sentado en un sillón.

Pienso también en esos jóvenes que conocí. Algunos de la generación actual que llevan dentro un poco las palabras de Koriass:

Je voulais la gloire comme un héro/ Quería la gloria como un héroe
Allez voir si y’a de l’or quelque part over the rainbow/ Ir a ver si hay oro en algún lugar sobre al arco-iris
Notre enfance qui meurt sous les bombes/ Nuestra infancia que muere bajo las bombas
Dans la peur, et les pleurs et la honte/ En el miedo, las lagrimas y la vergüenza

 

 

[i] «Carta». En nuestro lenguaje cotidiano lo hemos adoptado. Ya no decimos tarjeta de crédito ni tarjeta de metro. La «Carta» de crédito o de metro se han insertado en nuestro lenguaje inmigrante.

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