Bienvenidos

 

 

Todo era de tierra, de polvo seco, de barro en invierno.  Una acequia cruzaba delante del local, una terraza de cemento, un banco de madera y sobre ese banco, un sauce daba la sombra del verano.  Mi primer recuerdo no está claro; se presenta en los semi obscuros de la memoria, estoy en los brazos de mi tía, lloro, algo me duele, creo que es el estómago. Por tanto ese recuerdo dibuja bien la casa, el largo pasillo y sus ventanas. ¿Cuando llegué ahí? Supongo que desde muy niño, quizás de meses antes de mi primer año, después del accidente  según lo que contó mi madre, estuve pololeando con la muerte. Sé que crecí ahí, en ese lugar, en esa casa grande con un gran local que oficiaba de restorán, con grandes terrenos, acequias, un gallinero, una chanchera, un pajar y vacas que guardaba mi abuelo. ¿Cómo ordenar esos recuerdos? Kalalo me decían… Gultro era el lugar. Hoy solo queda el Kalalo que me dicen mis nietos…

Frente a la casa de mi abuelo, de mis tías Nona y Yaya, pasaba la carretera Panamericana, 30 a 40 metros de la casa; una ruta con dos vías donde los accidentes eran comunes. Ahí vi mis primeros muertos. Consciente de lo que la muerte podía venir en cualquier momento. Ahí vi e el único angelito que vi en mi vida, un niño con los ojos cerrados en la penumbra sobre una mesa sentado siendo velado, rodeado de flores. Más pequeño  lo miraba hacia arriba, tenía quizás mi edad.  “Se ahogó en un sifón” – dijo mi tía- . Era tarde cuando fuimos y la acequia donde jugaba sin problemas pasó a ser una trampa peligrosa para mi. Vi acequias con pececitos,  vi a mi abuelo haciendo compuertas para desviar el agua y regar sus tierras con una pala; lo vi con un lazo tratando de atrapar un caballo y vi de cerca las viviendas de la pobreza. Todo era de tierra, de polvo seco en verano y de barro en invierno.

Empecemos por contar cosas, así en desorden, como vengan, empecemos contando historias separadas, sin lazos, sin lógica, al final el puzle se ordenará de alguna manera.  Infancia en Gultro, cerca de Rancagua. Adolescencia en el Instituto Nacional. Pero ademas, articulos que he leido, ecologia, libros y cosas que me interesan compartir.   Dibujos. Tambien compartir sobre mi vida en esta bella ciudad, a la vez amistosa con su gente y hostil con su clima. Compartiré con Uds. videos, movidos por cierto, sobre mis carreras y paseos en bicicleta y mis carreras en invierno. Son movidos porque son de esta Era, la de Gopro, que la pongo en mi cabeza para que se conviertan en mis ojos. Para que miren un poco con mis ojos.

5 thoughts on “Bienvenidos

  1. Mi compadre, bella manera de recrearnos a los que lo amamos, el trayecto que ha sido su vida para ser la bella persona que es. Lo seguiré con la devoción de saber que aquí está, como decimos en chilangolandia, la neta del planeta, de alguien que confiesa que ha vivido y además le rinde tributo a través de su memoria. Su compadre Fito

  2. Mi muy queridísimo y alejado amigo. Qué bueno saber de ti y mi nostalgia no tiene nombre cuando pienso en ti. Te quiero y adoraría verte algún día de nuevo y presentarte a mis increíbles hijas… Un abrazo!

  3. Gerardo, muy interesante los relatos de los recuerdos de infancia.

    Más aún si acarrean sitios, lugares situaciones remotas e insólitas. Yo no sé cuantos visitantes de tu blog habrán, en su vida, escuchado hablar de Gultro.

    Coincidencia, coincidir según el diccionario es ocurrir dos o más cosas al mismo tiempo o bien concurrir dos o más personas al mismo lugar.

    Debes saber que absolutamente todas nuestra familia, por parte de padre y madre, provienen de un pueblito que queda unos a unos cuantos kilómetros de distancia de Gultro hacia la costa. Tomando la ruta H-40 y pasando por el Olivar se llega a Copequén, localidad de la comuna de Coinco, en cuyo centro el camino hace un codo en “S” rodeando la iglesia. Si se observa bien el muro derecho de su entrada se leerá la placa colocada en 2002 en la que se recuerda que el terreno “fue donado por don José de la Cruz Cartagena” (uno de mis bisabuelos), quien vivía en la casona de enfrente y que aún existe.

    En ese pueblo de indios, que aparece en los escritos españoles y censos ya en 1600, la capa de polvo que cubría el camino era memorable. Por suerte no eran muchos los vehículos que transitaban en los años 50. Pero cuando uno de estos motorizados acertaba a circular había que esperar largos minutos para destaparse las narices y continuar el trayecto.

    En cambio, como la panamericana no pasa cerca no tengo recuerdos de macabeos, solo de acequias, casonas, gallinas y otros animales domésticos. Claro que igual aterricé en el Nacional.

    Que coincidencias no? O será que este planeta no es tan infinito como se creía. Sería muy osado y pesimista pensar que en estos tiempos del siglo XXI tal vez comprobemos que tampoco es eterno?

    Ya, hasta la próxima que estén bien.

    Saludos a todos, J. Carlos.

    1. Como siempre cumpa Gerardo, sus palabras son sensibles y sabias, esperaremos esos textos con ansias.
      Grande Juan Carlos, no sabes cuánto me gustaría verte viejo zorro loco. Un beso para ti y tu gente.

  4. Cuánta belleza, compañero! Aqui sigo en Brasil, participando activamente de la lucha en favor del proceso que comenzamos en el 2003. La victoria de Dilma fue toda una epopea. Esta gente de la derecha es muy mala. Son monstruos. No es fácil. Pero seguimos adelante.

    Saudade!

    emerson

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