Y ese ayer es hoy. Salí sin amargura, sin pena. Crucé el umbral de la oficina, no miré atrás, me despedí ligeramente de mis pocas colegas que quedan y salí hacia la última conferencia en la Universidad McGill. Llovía tenuemente en la obscuridad de la tarde temprana. Los arboles del campus en pleno centro ya están desnudos y sus ramas reflejan una luz amarilla de la noche iluminada. Entrando al viejo edificio caminando hacia el anfiteatro me encontré con gente que conocía, me abrazaban, me hablaban y me deseaban lo mejor. Escuché la conferencia de Luis Solano, sobre una compañía minera canadiense en Guatemala. Ese mundo escondido, esos lobos disfrazados de desarrollo que ocupan el territorio de pueblos ancestrales, que se burlan de los pueblos pobres, que como Mizaru, Kikazaru, Iwazaru – los tres monos sabios-, no ven el mal que hacen, no escuchan el grito de la gente y no hablan de lo que pasa.
21 años pasados escuchando justamente el clamor de gente venida de muchos rincones de nuestra América. No solo de la América hispana pero también de la de aquí, esa América olvidada , acorralada en las reservas indígenas. 21 años que si cada año pesara un gramo es el peso del alma que se libera del cuerpo según la creencia que el alma tiene peso.
Agradecí sinceramente los miembros presentes en la última asamblea general de l’Entraide missionnaire. Miembros de comunidades religiosas que están en vía de desaparición. Sus cabellos blancos alumbraban el espacio que confirmaba el cierre de mi puesto. Muchas hermanas (la mayoría son mujeres) me aportaron más de lo que yo les pude dar. Muchas de ellas pasaron una buena parte de sus vidas en medio de las poblaciones más necesitadas, en Brasil, Chile, Nicaragua, etc. Lo primero que me impactó fue esa gran voluntad de querer ayudar, de cambiar las cosas. Volvían marcadas por la experiencia, muchas veces de más de 20 años pasados en esos países. Desarraigadas una segunda y definitiva vez volvían a su Quebec nativo dejando por esas tierras algo más que el alma.
Un ex Institutano me preguntó una vez, si había conocido un Hombre de Dios. Sentí en la pregunta la necesidad de aclarar justamente mi posición personal frente a la creencia y la transcendencia. Porque si bien trabajé con comunidades religiosas, hombres y mujeres de fe, personalmente no lo soy. Criado y educado en la no creencia, en un ateísmo reafirmado por mis lecturas y mi razonamiento antropológico, le contesté que no podía decir que conocí Hombres y Mujeres de Dios. -Le dije sí-, conocí Hombres y sobre todo Mujeres comprometidas en una dimensión de cambios sociales en la justicia social; conscientes de la injusticia, movidos por una energía de cambio.
Y en ese oficio, tuve la suerte de tener la libertad de leer, escribir, profundizar y conocer. Compartí con grandes intelectuales, escritores y activistas. Organicé coloquios, congresos, formaciones. Gané seguridad. Tuve que ponerme al frente del público muchas veces. Liberé mi ser interior de su timidez y gané seguridad.
Una etapa se cierra. La vida trae cambios.
Mientras escribo esto escucho las noticias provenientes de Paris. Del horror del momento, de esta historia que se repite en toda la barbaridad de las imágenes de este futuro que vivimos en la desesperanza de los tiempos sumidos en guerras no comprendidas, no solucionadas. Entra en el fondo de mi, el horror y me rebelo contra el discurso de lo mismo, de la solución ya tomada, de la guerra continua. Vuelvo hacia mis libros. Me encierro en sus páginas para tratar de comprender lo incomprensible. Para dejarme llevar por la poesía de las palabras aunque una palabra dice una cosa y una melodía puede decir tantas… Me viene a la memoria un momento, un instante de mi vida, cuando sentado una mañana obscura en un banco del Instituto, las primeras palabras del poema Walking Around, se incrustaron en mi memoria – Sucede que me canso de ser hombre-… Pienso en Camus de La peste, de El hombre rebelde y sumo mi indignación frente a estos actos. Pero mejor callar un tiempo, dejar que el tiempo vaya aclarando la nube negra que cubre la razón, ya que todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro.
Pasado mañana, mañana será ayer.
Conmovido hasta la médula, como siempre me dejan tus escribencias mi querido Gerardo. Qué manera tan digna de rendir honor a lo que le diste tanto. Claro que vendrán muchos días luminosos liberada tu creatividad y tu tiempo. Que se cuide la cotidianidad gris y monótona, que la desnudarás con singular alegría mostrando porqué la vida vale la pena vivirla intensa, amorosamente y por qué no…sufridamente